Rosácea
La rosácea es una afección crónica de la piel con origen desconocido y una fisiopatología aún no completamente comprendida. Esta condición inflamatoria afecta principalmente la zona central de la cara y suele ser bilateral. Aunque es rara en otras áreas del cuerpo, puede acompañar lesiones en el esternón, el cuero cabelludo e incluso el abdomen.
Esta condición es más común en mujeres, generalmente entre los 25 y 50 años.
Los síntomas pueden incluir enrojecimiento persistente, pequeñas venas dilatadas (telangiectasias), pápulas y pústulas superficiales, a menudo acompañadas de ardor o picazón leve.
La rosácea también puede presentar variantes, como el engrosamiento de los tejidos blandos (fimas) que luego evolucionan hacia la fibrosis, telangiectasias o dilataciones varicosas. Esta variante suele afectar a hombres de 40 a 50 años, predominantemente en la nariz. Otras formas incluyen la variante granulomatosa, que se manifiesta como nódulos rojo-amarillentos en regiones periorificiales y mejillas.
Las manifestaciones oculares son frecuentes, afectando los párpados, la conjuntiva y la córnea, con síntomas como fotofobia, prurito y sensación de cuerpo extraño. La evolución de la rosácea es crónica, con exacerbaciones que pueden ser desencadenadas por diversos factores, como exposición al sol, calor, consumo de alcohol, presencia de Demodex o estafilococos, ciertos alimentos, estrés y ejercicio físico.
En casos más graves, la rosácea fulminans o pioderma facial puede presentarse, especialmente en mujeres jóvenes y relacionada con el embarazo o enfermedades inflamatorias como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa crónica idiopática. Una complicación rara es el linfedema crónico persistente (morbus Morbihan) en la parte superior de la cara, que también se ha asociado al acné.